Imágen de la película de Walter Selanes, "Diarios de motocicleta" |
Después de 28 días de recorrida por el con sur, Fabián y
Rudeber Rivero cumplieron su aspiración de llegar al techo de Sudamérica en
motocicleta, atravesando todos los climas y adversidades posibles, construyendo
una experiencia que “llena el alma”.
Casi una semana después de que los hermanos Rivero
conversaran con La Semana
anunciando el futuro viaje-fecha que se postergaría por motivos de salud de la
esposa de Rudeber-, los aventureros libertenses partieron rumbo a un viaje que
los llevaría a conocer a una de las maravillas del mundo antiguo y actual,
aquella que capta la atención de todas las culturas y que plantea grandes
interrogantes para los historiadores, arquitectos y astrónomos; Machu Picchu.
SALIDA| El primer día los llevó a recorrer 750 kilómetro hasta
Rafaela, que como dijo Rudeber: “les tiramos a ver si daban las motos, ¡y
daban!”. Su siguiente punto de destino fue Termas de Río Hondo, en Santiago
Lestero, a 600
kilómetros de Rafaela, para luego seguir camino a Jujuy,
donde los motociclistas pasarían una noche.
Montaña de los siete colores, Jujuy. Foto: www.turismo.com.ar |
De camino a Paso Jama, el dúo contempló uno de los paisajes más lindos del litoral oeste argentino, las Montañas de Siete Colores. “Una cosa hermosa” a decir de Fabián Rivero, luego de explicar como los colores “verde fluor, verde aceituna, rosado, blanco y rojo sangre” se combinaban para formar un paisaje de “postal”, “una cosa de locos”
.
Siguiendo su camino a Paso Jama- paso fronterizo entre
Argentina y Chile- se levantó ante los viajeros la imponente cordillera, la que
los obligó por consejo de los habitantes de la zona a masticar hojas de coca y
comer “pastillas de ajo”, ya que sus propiedades en el refinamiento de la
sangre ayudan en el proceso de oxigenación del organismo.
Superada la cordillera, que como describieron los hermanos,
“se hizo mas sencillo en moto”, aunque de todos modos cualquier esfuerzo físico
agitaba la respiración de los viajantes “como si hubiesen estado corriendo”,
ambos llegaron a Paso Jama.
En dicho lugar se cruzó en su camino el Río Salado, formado
un saladero que parecía “una capa de nieve”, siendo aprovechada por los
habitantes para construir todo tipo de edificios de sal que alimentan el
turismo.
Luego de atravesar
por esta nieve simulada, tocó pasar por la verdadera nieve, que según
declararon los hermanos, pudieron superar de mejor manera gracias a unos
brasileros que, montados en unas motos BMW 1200 cc que hacía parecer “Zanellas
Due” los vehículos de los Rivero, suministraron a los libertenses barras de chocolate y unas curiosas bolsitas
de carbón, que según mostraron los hermanos a La Semana , al ser frotadas
liberan el calor suficiente para calefaccionar las manos.
Al factor temperatura hay que sumarle el factor tiempo, ya
que la cordillera debía ser atravesadas antes de la una del mediodía, según
explicaban, para evitar los grandes vientos que allí se generan; pueden
“voltearte de la moto” explicaba Fabián Rivero.
PROBLEMITAS| Como si el clima y los apuros no fueran
suficientes, cumpliendo el dicho de “no todo es color de rosas”, en zona
chilena Rudeber sufrió un accidente en una curva de un camino pedregoso-el cual
por cierto era un camino equivocado-, dejando inconciente al motociclista. Al
estar en una zona desértica, Fabián pensó: “hasta acá llegamos”, auque su
hermano logró recobrar el sentido rápidamente y, aunque dolorido, siguieron el
viaje.
Durante su pasaje por chile se les sumó otro problema, la
rotura del sistema eléctrico de la moto de Fabián, y según explicó el mismo,
demoró 3 días en adaptar un repuesto para su moto, ya que en Chile no se
manejan vehículos de origen Chino. “Solo existen motos japonesas, americanas o
mexicanas(..)”Luego de 3 días de luchar y rogar encontramos un repuesto”, decía
el viajero.
PAIS DE LOS ANDES| Ya del lado chileno, durante su recorrida
por las ciudades de Iquique y Tocopilla, los aventureros quedaron deslumbrados
con la combinación de factores que ofrecía el paisaje, uniendo a la cordillera
y la costa en u mismo plano separado por unos escasos kilómetros, dejando a la
gran montaña como un vigía del continente.
Luego de pasar de “la nieve a un clima cálido”, los hermanos
establecieron rumbo a Iquique, donde la inmensa ciudad fronteriza que funciona
como Zona Franca sorprendió a los visitantes con sus bajos precios y altos
estándares de vida. “Motos de 1700 cilindradas valían seis mil dólares, cosa
que en Uruguay vale 35 mil (…)”Igual los autos, encontras Porche, Camaro,
Mustang, un nivel de vida que no ves acá”, explicaba Fabián.
DESTINO| Ya en Perú, luego de pasar por las ciudades de
Arequipa, Juliaca y finalmente Cuzco, tras pagar 180 dólares, los hermanos
Rivero se encontraron en el tren que los llevaría hacia su destino principal,
Machu Picchu.
“No se donde estoy, es una cosa de locos”, exclamaban los
hermanos Rivero mientras describían las maravillas arquitectónicas que modelan
el paisaje en la ciudad del antiguo imperio Inca, pero que ahora sirve de
destino turístico para “Arabes, Holandeses, Brasileros, Americanos y Almenes”
de acuerdo a lo descripto por los viajeros.
Ante este paisaje que parece “pintado”-solo basta ver las
fotos para entender la belleza del lugar-, los hermanos Rivero reflexionaron
sobre como esta cultura logró todo esto por medio del trabajo colectivo y
pusieron como ejemplo a pequeños poblados que encontraron en el camino de
vuelta donde “colonizan lugares en el desierto, que por medio de riegos forman
espacios verdes, valles en el desierto”, explicó.
De todos modos, los hermanos destacan lo impresionante del
Puente del Inca, un camino que bordea la montaña dejando de un lado la pared de
la cordillera y un profundo precipicio del otro.
FIN| Tras agregar 1200 kilómetros de
recorrida para visitar a un amigo de Rudeber establecido en Lima, los
aventureros emprendieron el viaje de retorno que los llevaría a encontrarse con
una grata bienvenida en Uruguay, donde no faltaron los fuegos artificiales y
ondulantes banderas de nuestro país como símbolo de lo importante que fue para
la familia y para los viajeros esta travesía que, como dijo Fabián, “no
hay palabras para describir el
sentimiento que me genera”, pero que aún así logró, elocuentemente, decir:
“llena el alma”.
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